Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Edificio Sabatini. Vista de la exposición.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Edificio Sabatini. Vista de la exposición.
Acuarelas de Angel Signes y Santiago López Jover
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Palacio de Cristal. Vista de la exposición.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Palacio de Cristal. Vista de la exposición.
Fecha: Marzo - Junio de 2010
Lugar: Palacio de Cristal
Colaboración: Culturesfrance y el Servicio Cultural de la Embajada de Francia en España
Organización: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
El Palacio de Cristal se inauguró en 1887 con una exposición de la flora de Filipinas, entonces una importante colonia española. Palmeras y distintas especies de plantas autóctonas se instalaron y distribuyeron en un montaje en torno a dos regias butacas elevadas sobre una tarima, flanqueadas por tapices y a las que se accedía por un pasillo de alfombras orientales. La exótica puesta en escena que transformaba el invernáculo formaba parte de un proyecto más amplio dedicado a las Filipinas, sus recursos naturales y su cultura material (en otro pabellón del Parque del Buen Retiro se mostraban productos típicos filipinos, bellas artes y artesanía. Además, la exposición al aire libre incluía arquitectura nativa, embarcaciones de pesca y paseo, etc.)
Por su forma, el Palacio de Cristal es un invernáculo; sin embargo, por su funcionalidad y sus usos tiene más que ver con el Crystal Palace de Joseph Paxton, construido en 1852 para una de las primeras ferias internacionales. El tipo de exposición que se presentaba en Londres en aquella época –productos manufacturados e industriales, arte y artesanía– se convirtió en el motivo central de las Exposiciones Universales que tanto se popularizaron desde finales del siglo XIX a principios del XX en la cultura occidental.
"La saison des fêtes" de Pierre Huyghe se ha concebido especialmente para este espacio (actualmente reservado a proyectos de arte dirigidos por el Museo Reina Sofía), y se enmarca libremente en la historia y los antiguos usos del Palacio. Si detrás de la exposición original de exuberantes plantas tropicales había una ideología colonialista, la obra de Huyghe, en cambio, intenta alejarse de una postura estrictamente eurocéntrica. El paisaje visionario que ocupa el centro del luminoso pabellón tiene una huella circular, tal vez aludiendo a la forma esférica de la Tierra, o quizás evocando un instrumento temporal –como la esfera de un reloj— que marcase la sucesión cíclica de días, meses y estaciones. Las plantas que incluye este paisaje se asocian a festividades y celebraciones populares de todo el mundo –rosas rojas de San Valentín, calabazas de Halloween, cerezos en flor que señalan el inicio de la primavera. Huyghe espera que en ese cosmos utópico todo pueda florecer al mismo tiempo (en algún momento de la exposición) y amalgama fechas dispares, diseminadas intermitentemente por el calendario anual, en una festividad combinada –“un ramillete de efemérides”–, de modo que la gente de todas partes del mundo podría reunirse y hacer causa común. La sustitución de las suntuosas butacas que decoraban la tarima en este edificio cuando se inauguró en 1887 por las ordinarias sillas de plástico que Huyghe ofrece a los espectadores para contemplar colectivamente la escena, para observar a los demás visitantes y ese espacio fantástico, muestra un ethos radicalmente distinto: invita a los espectadores a volverse cómplices y autorreflexivos. La sensación de plenitud y placer que genera el jardín de Huyghe puede lograr que los espectadores hagan causa común, mientras comparten esta experiencia maravillosa y a la vez extrañamente inquietante. Un flujo de algo grotesco subyace dentro de este idílico jardín, que puede, además, suscitar una reflexión sobre el modo en que las conmemoraciones se han asociado estrechamente no sólo a los recuerdos, sino a los objetos, naturales y artificiales. Las fuerzas económicas se infiltran cada vez más en las costumbres culturales, intensificándolas artificialmente e inflando su valor comercial. Dadas las formas sutiles de conformidad social que refuerzan tales presiones económicas, cada vez es más difícil sustraerse a todo eso y negarse a participar en las series incansables de fechas festivas que ahora puntúan y definen el calendario del año.
A Huyghe le interesa producir lo que él denomina “imágenes conectivas”; según el crítico Olivier Zahm, imágenes que no intentan representar el mundo, sino situarnos a la vez dentro y fuera de los procesos mediante los cuales visualizamos y construimos nuestras realidades. En sus formas locales y populares, las festividades y celebraciones asociadas a momentos clave de la historia humana y a los ciclos naturales de la vida –incluyendo el cortejo, nacimiento, muerte y duelo, regeneración y decadencia— se convierten en acontecimientos formativos que impactan la memoria individual y colectiva. A medida que sus trazos se solidifican en nuestra memoria sirven para moldear nuestra identidad. Huyghe había abordado en su obra distintas clases de celebraciones, como en Streamside Day Follies, 2003, un desfile en Fishkill, Nueva York, para celebrar la instalación de una nueva comunidad en una urbanización prototípica. Pero muchas veces, las celebraciones adoptan nuevas formas híbridas cuando llegan nuevas comunidades: en el proceso de migración, las antiguas costumbres se mezclan a nuevas circunstancias sociales y hábitos culturales. Esa metamorfosis de formas tradicionales es simbolizada en la Green romántica, un rosal con flores de una tonalidad verdosa excepcional, que Huyghe ha plantado en el jardín del Museo Reina Sofía antes de la inauguración de su exposición en el Palacio de Cristal, el 17 de marzo de 2010. Entre San Valentín (14 de febrero) y justo antes de la festividad de San Patricio (17 de marzo), este momento aún “no señalado” se expresa con una flor que combina rasgos de esas dos ocasiones festivas, al mismo tiempo que sugiere la maleabilidad de tales costumbres (un ejemplo típico es la manipulación del día de San Patricio, asociado a cintas verdes y tréboles desde el siglo XVII, que hizo el Gobierno irlandés en la década de 1990, al convertirlo en el motivo central de una campaña que utilizaría las festividades como vehículo para exhibir Irlanda y su cultura). Huyghe espera que el florecimiento anual de este rosal se convierta en una efeméride a celebrar. Emblemático del legado de su proyecto, su florecimiento fundirá realidad y ficción, historia y memoria.
En esta acción se combinan dos significados de la palabra inglesa “premises”, que alude a un lugar, una ubicación, un local (donde tiene lugar el evento) y al mismo tiempo al argumento en el que se basa o del que parte la acción (como premisa en castellano). El gesto de plantar la rosa en el jardín del museo es a la vez físico y conceptual, y encarna la búsqueda de Huyghe de maneras de comprometerse críticamente con las ubicuas formas y códigos sociales que han adquirido un doble sesgo. Tras el creciente impulso de establecer más costumbres populares y tradiciones anuales, hay propósitos insidiosos de favorecer el conformismo y reinscribir la alienación. La secuencia de fechas cada vez más prescriptivas que cartografían festividades, aniversarios y celebraciones está tan profundamente arraigada en la cultura autóctona de hoy que resulta difícil reconocer hasta qué punto es determinista su impacto colectivo. “No registre la fecha” podría ser el paradójico mensaje inscrito en este proyecto tan rico en matices de Huyghe.
Biografía
Pierre Huyghe (París, 1962) se graduó en la École nationale supérieure des arts décoratifs de París en 1985. Su obra se ha mostrado en exposiciones individuales en numerosas instituciones, incluyendo las siguientes: Musée national d’art moderne, Centre Pompidou, París, 2000; Kunsthaus Bregenz, Austria, 2002; Guggenheim Museum, Nueva York, 2003; Dia, Chelsea, Nueva York, 2003; MUSAC, León, 2007. Vive y trabaja en Nueva York.